24/09/2019
La resiliencia es esa capacidad para adaptarse al cambio, normalmente traumático, pero también tiene otra vertiente que permite a los individuos, comunidades o instituciones resilientes, no solo adaptarse sino aprovechar la oportunidad para mejorar las cosas. Las profesoras de la Universidad de Lancaster Jennie Popay y Ana Porroche-Escudero imparten un curso en la XXX Escuela de Salud Pública de Menorca para mostrar precisamente que la resiliencia de los sistemas conduce al cambio social, lo que a su vez mejora la salud y el bienestar de los individuos. De hecho, están trabajando la resiliencia en un proyecto en barrios marcados por la pobreza y la injusticia social de la costa noroeste de Inglaterra en el que ya se aprecian cambios significativos.
“La gente que vive en situaciones muy difíciles, no puede ser resiliente por su cuenta. Tienen que serlo los residentes de estos barrios pero también los que trabajan allí, las instituciones, los sectores público y privado… todo el sistema. Todos los agentes tienen que trabajar juntos combinando conocimientos, recursos y herramientas para ser más resilientes”, afirma Popay. Por ejemplo, en el proyecto trabajan para mejorar la contaminación del aire en un barrio en el que se dan problemas respiratorios importantes en los adultos y de asma en los niños. Por supuesto lo que se puede hacer desde el propio barrio en este sentido es limitado porque la contaminación puede ser por tráfico, la industria, los aviones… pero se trabajan las conexiones para que residentes, académicos, profesionales y todo el sistema pueda comunicarse y actuar conjuntamente. El conocimiento que ganan los residentes y la confianza les sirve también para hablar con las instituciones y llegar a gente que está en otros sistemas.
Porroche-Escudero añade: “Con la resiliencia del sistema mejoras la salud de la comunidad a largo plazo pero también es más sostenible porque intentamos fomentar una manera distinta de pensar y hacer las cosas. Las relaciones entre todos los actores no son fáciles pero intentamos cambiarlas para que, en lugar de ser tensas o jerárquicas, se creen espacios de debate y recursos”.
Las conexiones son positivas, los profesionales escuchan a los residentes, estos confían en los profesionales y se sienten más valiosos. “El cambio no es rápido pero estamos empezando a ver cosas: los residentes se implican, hacen amigos, ganan confianza, sienten que pueden controlar las decisiones que afectan a su vida, y todo esto repercute en su salud”, concluye Jennie Popay.